En la casa encantada
Ficha técnica |
||
Colección: Las mágicas aventuras de la bruja Pamplinas. Libro 7 Autor: Sergio Luz Ilustradora: Begoña Monge Moreno Contenido: tres cuentos con 14 ilustraciones a color Edad: de 6 a 12 años Formato: 14 cm x 20,4 cm Número de páginas: 123 Encuadernación: rústica ISBN: 978-84-126190-7-2 Salida a la venta: 1 marzo 2024 Precio: 10,95 € |
Palabras clave:
|
Ficha técnica
Colección: Las mágicas aventuras de la bruja Pamplinas. Libro 7
Autor: Sergio Luz
Ilustradora: Begoña Monge Moreno
Contenido: tres cuentos con 14 ilustraciones a color
Edad: de 6 a 12 años
Formato: 14 cm x 21 cm
Número de páginas: 123
Encuadernación: rústica
ISBN: 978-84-126190-7-2
Salida a la venta: 1 marzo 2024
Precio: 10,95 €
En la casa encantada
La bruja Pamplinas acude a la llamada de una voz quejicosa, que podría ser la de un niño. La oye en sus sueños. Alguien la necesita. Alguien está en apuros. ¿Quién es? Nuestra bruja sabe que vive en una casa en lo alto de una solitaria colina, rodeada de grises brumas. La encontrará gracias al Dedo Señalador. ¿Qué pasará luego? |
Empieza a leer |
La bruja Pamplinas acude a la llamada de una voz quejicosa, que podría ser la de un niño. La oye en sus sueños. Alguien la necesita. Alguien está en apuros. ¿Quién es? Nuestra bruja sabe que vive en una casa en lo alto de una solitaria colina, rodeada de grises brumas. La encontrará gracias al Dedo Señalador. ¿Qué pasará luego?
Empieza a leer
La bruja Pamplinas se despertó sobresaltada. Abrió los ojos, miró a su alrededor y suspiró aliviada.
—¡Menos mal! ¡Estoy en casa!—murmuró.
—¿Te ocurre algo? —preguntó Luf—. Te he visto agitarte en sueños. ¿Has tenido una pesadilla?
—No sé, pero sí que ha sido muy extraño. Es la tercera vez que sueño lo mismo. Me inquieta.
—¿Y qué sueñas? ¡Cuéntamelo!—pidió la lechuza.
—¡Esperad un momento! —dijo Milkifú desperezándose en la mecedora—. Yo también quiero enterarme.
—Bueno. Os lo voy a contar. Sueño que vuelo en mi escoba. Oigo una quejicosa voz, que podría ser la
de un niño. Miro alrededor y solo veo una niebla blanquecina, que se me pega a la piel y me envuelve en un
manto gélido. La voz sigue llamando.
—¡Qué nervios! —exclamó Luf mientras se paseaba por la repisa de un lado para otro.
—Trato de volar en la dirección de la voz. Al bajar, atravieso unas...
La cabra Cuchufleta no puede meditar
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Pobre Cuchufleta! No puede meditar porque de tanto pensar le ha crecido un gran chichón y le duele a rabiar.
No es nada sorprendente pues nuestra excéntrica cabra piensa dándose cabezazos contra las rocas. |
Empieza a leer |
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Pobre Cuchufleta! No puede meditar porque de tanto pensar le ha crecido un gran chichón y le duele a rabiar.
No es nada sorprendente pues nuestra excéntrica cabra piensa dándose cabezazos contra las rocas.
Cuchufleta ha intentado resolver su problema siguiendo los consejos de unas moscas, de un asno, de un chorlito,
de un duende muy simpático... ¡Qué remedios tan peculiares le sugieren! ¡Qué cosas le pasan a la cabra Cuchufleta por hacer caso a
cualquiera! Pero seguro que la bruja Pamplinas logrará ayudarla...
Es un cuento muy apropiado para hablar con los niños y las niñas sobre el riesgo de la toma de sustancias perjudiciales para la salud.
Empieza a leer
En una plácida mañana, la bruja Pamplinas se decidió a enseñar a cantar a un grillo que desafinaba. Se sentó cerca de la mesa
y el grillo se colocó delante de ella, encaramado en un viejo libro.
—Cric, cric, cric, criick —cantó el grillo.
—¡No, no! ¡Mi bemol, no mi sostenido! —dijo la bruja.
—Es que si no lo sostengo, se cae... Y sería una pena —replicó el grillo.
—Pues tiene bemoles la cosa —murmuró el gato Milkifú, que observaba la escena de reojo, acurrucado en la mecedora.
La lechuza Luf, posada sobre una repisa, disimulaba la risa tapándose el pico con un ala.
—Bueno, empecemos de nuevo —siguió Pamplinas con mucha paciencia—. Ahora, seguro que te sale bien. Recuerda, la nota no tan
aguda, más grave.
—Cric, cric, cric, criick —repitió el grillo.
—Ejem... Eso no funciona. Prueba otra vez —insistió la bruja...
El mercadillo de trueques
A la bruja Pamplinas le gusta mucho el mercadillo de trueques que se celebra en el pueblo vecino. Suele intercambiar sus pócimas
por cosas que necesita. En esta ocasión, quiere renovar el servicio de té. En la tetera han crecido extrañas plantas de té, que
dan flores redondas, blancas y brillantes, que se inflan y estallan esparciendo azúcar glasé. |
Empieza a leer |
A la bruja Pamplinas le gusta mucho el mercadillo de trueques que se celebra en el pueblo vecino. Suele intercambiar sus pócimas
por cosas que necesita. En esta ocasión, quiere renovar el servicio de té. En la tetera han crecido extrañas plantas de té, que
dan flores redondas, blancas y brillantes, que se inflan y estallan esparciendo azúcar glasé.
También necesita una escoba para barrer porque la vieja se partió al chocar contra la puerta.
Asimismo le hace falta un atizador para la chimenea. El que tenía antes se fue volando muy contento. Gritaba jubiloso: "¡Por fin libre! ¡Adiós!
¡Adiós a todos!"
Por su parte, la casa le pide a la bruja Pamplinas paja nueva. Y no es de extrañar: tanta explosión, tanto géiser verde gelatinoso, el viento huracanado
y otros innumerables accidentes han estropeado su tejado de paja.
¿Qué sucederá en el mercadillo de trueques? ¿Encontrará nuestra bruja todo lo que necesita? ¿Qué ofrecerá a cambio?
Empieza a leer
Llegó el día en que, en el pueblo vecino, se iba a celebrar el mercadillo de trueques. La bruja Pamplinas no se lo perdía
nunca. Le gustaba mucho. Miraba lo que necesitaban los habitantes del pueblo, les ofrecía algún remedio y, a
cambio, obtenía aquello que le hacía falta.
—¡Luf, menos mal que ya toca ir al mercadillo de trueques! —comentó—. Nos vendría bien renovar el servicio de té. La tetera y
las tazas se niegan a hacer su trabajo. Recordáis que me confundí y, en vez de té, les eché la pócima de
floración... Ahora en las tazas y en la tetera han crecido extrañas plantas de té, que dan flores redondas,
blancas y brillantes, que se inflan y estallan esparciendo azúcar glasé. Milkifú está encantado. No se separa de ellas.
—Bueno y ¿qué? —masculló el gato negro desde la ventana donde estaba la peculiar tetera—. Siempre
me han gustado las flores, y más, si me llenan los bigotes de azúcar glasé.
—No te olvides de la escoba para barrer —añadió Luf.
—Sí, ya me acuerdo —dijo...